CARTA A IÑAKI GABILONDO
Querido Iñaki:
Permíteme el trato familiar, pero llevo años oyéndote y leyéndote y el roce hace el cariño, por otra parte no me llevas tantos años como para el trato de Vd.
El otro día, viendo el programa de Pablo Motos comenté con mi mujer que pocas veces el entrevistado maneja la entrevista, entre cariño y experiéncia como tu lo hicistes.
Tus consideraciones, siempre certeras y respetuosas, me dejaban boquiabierto.
Tus palabras sobre la muerte
para mí, que soy un hombre de fé con formación teológica,
me parecieron un tratado de filosofía teológica con una manifiesta sensibilidad humana.
No tengo el gusto de que
nos conoz camos personalmente, pero si guardo un hermoso recuerdo de un Domingo de Ramos en Sevilla,
hace ya algunos años.
Coincidí contigo en San Juan de la Palma, en mi ciudad, a la que se que veneras.
Contemplabas absorto desde una columna el soberbio paso de la Virgen de la Amargura, ibas sólo, en tu reflexión.
Encaminamos nuestros pasos hacia la calle Gerona, yo iba hacia el Salvador a besar el talón en el aire del Señor de Pasión y te seguía a una distancia prudente.
Dos señoras ya maduras, te reconocieron y dijeron tu nombre en voz alta, te acercastes y una de ellas emocionada comenzó a hacer pucheros, como decimos por aquí, recuerdo que acariciando sus mejillas, besastes su frente y te despedistes cariñosamente.
Entre sollozos, la escuché decir: "no me lo puedo creer, he conocido a Iñaki Gabilondo, el de la rosa roja de Santa Marta".
Admirable tu expresión de cariño y mimo hacia tu fiel oyente.
Espero poder estrechar tu mano algún día y darte personalmente las gracias, por tanto como nos dás y de la forma que lo haces.
Recibe un fuerte abrazo de tu admirador y oyente.
Manuel Alfonso Consuegra
Sevilla a 25 de Mayo de 2018.
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